La sede central de la Fundación Cajasol en Sevilla acoge durante esta Cuaresma, y hasta Semana Santa, una exposición que, organizada por la Hermandad del Museo y el Convento del Santo Ángel de la Guarda, lleva por título “Cristóbal Ramos. Cuando el barro cobra vida”, la cual se desarrolla en el presente año con motivo de los dos siglos y medio de que el referido artista modelase la imagen de María Santísima de las Aguas, titular de la corporación antes citada.

La muestra hace un recorrido por la vida y la obra de Ramos en el siglo XVIII, teniendo como hilo conductor la cronología de la vida terrena de Cristo y de su bendita Madre, culminando la visita con una sala dedicada exclusivamente a la dolorosa que cumple sus doscientos cincuenta años en este 2022. En este itinerario, pues, al comienzo nos encontramos con una sala cuyo tema principal es la infancia de Jesús, destacando la presencia de hasta cuatro misterios del Nacimiento de Cristo procedentes de distintas clausuras conventuales, lo que supone una oportunidad contemplarlos juntos en esta exposición.

En todos estos conjuntos destaca el hecho de que San José y la Virgen presentan las mismas similitudes compositivas, como es el caso de que aparezcan siempre arrodillados, en actitud de adorar al Divino Infante. Así, en el misterio del cenobio de las Carmelitas Descalzas de Sanlúcar la Mayor (Sevilla) hallamos una de las obras de Ramos de mayor calidad, modelada en terracota y con telas encoladas con vivas tonalidades carmines, azules, moradas y ocres.

Mientras que en el misterio anterior la figura del Niño duerme plácidamente, en los demás que están presentes en esta muestra, los del Museo carmelitano de Jerez de la Frontera (Cádiz), el de la Escuela de Cristo en Sevilla y el del templo de Santa María la Blanca en la misma urbe hispalense, el Hijo de Dios se nos presenta despierto, si bien el bendito patriarca y la Santísima Virgen aparecen con características similares al primer conjunto que hemos comentado. En el último de los misterios citados, la mula y el buey, por otra parte, presenta la particularidad de poseer solamente las cabezas y sus cuellos sin cuerpos, mientras que el jerezano aparece en el interior de un expositor, contemplándose por detrás del Niño un resplandor dorado con tres querubines.

Estos conjuntos escultóricos de Cristóbal Ramos son de una extraordinaria belleza y, para una mejor visualización de los mismos, nuestra empresa, Fmás Automatización, dispone igualmente de productos de iluminación que otorguen mayor realce a estas obras, no ya sólo para una exposición como en la que se hallan, sino incluso para todos los días del año en el propio lugar de origen desde el que proceden.